Han muerto desde el inicio de la guerra de Gaza más de 400 trabajadores humanitarios. La mayor parte de esos trabajadores son palestinos, y entre ellos hay por lo menos 280 que pertenecen al personal de Unrwa, la United Nations Relief and Works Agency for Palestinian Refugees in the Near East. Gaza se considera actualmente como el lugar más peligroso en el mundo para los trabajadores humanitarios.

Como resultado, la situación sanitaria de la población civil, aún conmocionada por los ataques de las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI), ha empeorado considerablemente, ya que muchas operaciones de ayuda han sido canceladas. De acuerdo a Unicef, más de 14.500 niños han muerto en Gaza desde el comienzo del conflicto.

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Es inevitable preguntarse qué pasa por la mente de Netanyahu, incapaz de ver el sufrimiento de decenas de miles de seres humanos, una situación que es principalmente su responsabilidad. A nadie escapa que, en gran medida, esto se debe a su deseo de eludir la responsabilidad de sus actos, como lo demuestran las demostraciones en su contra de miles de israelíes que continúan sin cesar.

Lo que se hace cada vez más evidente es que el poder absoluto lo ha transformado, haciéndolo aún más despiadado e inmune a las críticas y a las demandas de parar los ataques contra civiles, la mayoría niños. Hace unos días, más de 1.000 veteranos de la Fuerza Aérea Israelí han escrito una carta abierta pidiendo la terminación del conflicto y la liberación de los rehenes en manos de Hamas.

Cuando asumió el cargo de primer ministro por segunda vez en 2009, Netanyahu desarrolló una doctrina política que sostenía que acentuar la brecha entre Hamas y la Autoridad Palestina beneficiaría a Israel. De esta manera, la parálisis diplomática creada eliminaría la posibilidad de negociaciones con los palestinos sobre la división de Israel en dos estados.

“Cualquiera que quiera frustrar el establecimiento de un Estado palestino debe apoyar el fortalecimiento de Hamas y transferirle dinero. Esto forma parte de nuestra estrategia: aislar a los palestinos de Gaza de los de Cisjordania”, declaró años después. Consecuente con esta estrategia, entre 2012 y 2018, Netanyahu autorizó a Qatar a transferir un total de aproximadamente 1.000 millones de dólares a Gaza, la mitad de los cuales se destinaron a Hamas, incluyendo su rama militar.

El 5 de mayo de 2019, Gershon Hacohen, general de división israelí en reserva, declaró al sitio web de noticias Ynet: “Tenemos que decir la verdad. La estrategia de Netanyahu es impedir la opción de dos Estados, por lo que está convirtiendo a Hamas en su socio más cercano. Hamas es abiertamente un enemigo. Encubiertamente, un aliado”. Confirmando el punto de vista de Hacohen, el 8 de octubre de 2023, Tal Schneider, comentarista político israelí, escribió en The Times of Israel: “… Israel ha permitido que maletas cataríes con millones de dólares en efectivo entren a Gaza a través de sus cruces fronterizos desde 2018, para mantener su frágil alto el fuego con Hamas, el gobierno de la Franja. La mayor parte del tiempo, la política israelí ha sido tratar a la Autoridad Palestina como una carga y a Hamas como un activo”.

El 24 de octubre de 2023, Iris Leal, una periodista israelí con una notable capacidad para anticipar los acontecimientos, escribió en Haaretz: “Si no queremos mostrar debilidad, los objetivos de la guerra deben ser lógicos: un golpe duro, pero no la locura de arrasar y ocupar Gaza que nos ha arrebatado a todos. Tenemos que rehabilitar, no derramar más sangre. Debemos concentrar nuestros esfuerzos en un importante acuerdo de rehenes y dedicar tiempo al proceso de recuperación y la desfascización de la sociedad israelí. Se debe comenzar por derrocar al gobierno y a su líder y establecer una comisión de investigación sobre los sucesos del Sábado Negro, los sucesos del año negro que lo precedió y la podredumbre de los años del gobierno de Netanyahu”.

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En Página 12, Julián Varsavsky, ensayista y experto argentino en comunicación, afirmó: “Netanyahu y Hamas son enemigos mortales que se oponen a la existencia de dos Estados. Esa simbiosis requiere que ambos ocupen el poder. Los atentados suicidas de Hamas fortalecieron a Netanyahu en 1996: la lucha antiterrorista gana votos”.

Netanyahu muestra las características de un psicópata, incapaz de escuchar la opinión de nadie más que la suya, sobre todo cuando está en juego su propia supervivencia política. Los psicópatas padecen un trastorno de la personalidad que se manifiesta, entre otras características, en emociones superficiales, ausencia de arrepentimiento o remordimiento, impulsividad, incapacidad para distinguir entre el bien y el mal y comportamientos que contradicen las normas sociales, todas ellas características presentes en Netanyahu.

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La arrogancia desenfrenada de Netanyahu lo lleva a prolongar un conflicto interminable con los palestinos. Como declaró el columnista de Haaretz, Bradly Burston: “Quiere que el mundo acuse a Israel de genocidio y apartheid, ocupación violenta y limpieza étnica” para hacer creer a los israelíes que “el mundo nos odia y que él es el único que puede salvarnos”.

Israel sobrevivirá al gobierno de Netanyahu. Sin embargo, el daño que ha causado al tejido social y jurídico de Israel ha sido inmenso. Tras el bombardeo más despiadado e indiscriminado de civiles de los últimos tiempos, solo quedan de Gaza supervivientes aterrorizados, una tierra devastada y las huellas del diablo.